Por Tomás Laguna
En la edición del diario El Observador de fecha 16 de octubre del 2004, en la plenitud de la campaña electoral pasada, se publicaban declaraciones del Contador Astori advirtiendo sobre el peligro de que el dólar siguiera a la baja. Advertía en aquellas declaraciones que si la situación persistía en el tiempo se llegaría a un atraso cambiario. En aquel momento la moneda americana cotizaba a $ 23,85, valor que actualizado por IPC a setiembre pasado equivale a $ 25,17, muy lejos de los escasos $21,8 que se obtiene hoy por la divisa del norte. En función de aquellas declaraciones debería reconocer el hoy Ministro Astori que la valoración en más de un 13% de nuestra moneda en el transcurso de los tres años últimos implica claramente una situación de real atraso cambiario, salvo que estas apreciaciones hayan variado en función de su sentir político al frente de la cartera de Economía.
Del mismo modo, a poco de asumir el Ministro Mujica declaró que si la cotización del dólar bajaba más allá de los $22 el se iba de la cartera de Ganadería. Si bien no sabemos a que obedecía ese límite que se auto impuso, de hecho ha sido vulnerado y por lo tanto uno no puede menos de esperar que los hombres de Estado cumplan sus condicionamientos para ocupar un cargo. Pues bien, estamos esperando.
Hemos dicho reiteradamente que la agropecuaria en su conjunto pasa por una bonanza de precios que lejos de ser coyuntural promete proyectarse en el tiempo. Las inversiones extranjeras, el valor de la tierra, la demanda profesional por técnicos, la inversión productiva para maximizar beneficios por superficie indican que no estamos ante una situación espontánea.
Esta realidad ha servido de cortina de humo para esconder las omisiones que desde el gobierno sistemáticamente se realizan respecto de lo que en forma mediática llamaron “políticas productivas”. Ocurre que confunden groseramente precios con ingreso neto en el negocio productivo. Aviesamente ignoran que en todos los casos hubo un fuerte incremento en los costos productivos, tanto por el lado de los insumos propios (semilla, fertilizante, gasoil, agroquímicos, específicos veterinarios) como de mano de obra (consejos de salarios de por medio). A los que se deben sumar los mayores aportes producto de la reforma fiscal.
En el primer caso resulta lógico que como consecuencia de la intensificación productiva se incrementa la demanda por insumos cuya adquisición no admite postergaciones. En el segundo caso, como dato objetivo y sin valorar si se justifica o no, la mano de obra rural ha sido la que más aumentó de todos los salarios que se negociaron en los últimos tres años. Así es que rubros como la producción de carne, con valores por el gordo históricamente altos en dólares, ve cuestionada severamente su rentabilidad en la competencia por el recurso tierra, insumos, mano de obra y la propia reposición de hacienda que deben realizar los invernadores.
En su momento, obviamente momento electoral, la sola sugerencia de instrumentar detracciones tuvo su costo político para el Economista Viera (quién, además, fue calificado de “chorizo” por el actual Ministro Mujica) , y si bien por ley se prohibió este tipo de medidas, su sola mención quedó vedada políticamente. Sin embargo, entre los recortes a las devoluciones de impuestos a las exportaciones agropecuarias y el atraso cambiario han logrado un efecto muy similar que merecería un trabajo que lo cuantifique.
En última instancia, las políticas productivas son una vez más una expresión de barricada para los políticos de izquierda, ignorando sus responsabilidades y promesas en la materia.
viernes, 19 de octubre de 2007
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