JULIO MARIA SANGUINETTI Ex Presidente de la República
El Embajador Álvaro Portillo, como se sabe, es el encargado de atender a los emigrados uruguayos, esos compatriotas que se siguen yendo por su fiebre "consumista", según nos lo ha explicado. Resulta que, en su opinión, los gobiernos anteriores fueron "totalmente prescindentes" a ese tema, olvidándose -entre otras cosas- de la Comisión Nacional de Repatriación constituida en 1985 y presidida nada menos que por el hoy Senador frentista Víctor Vaillant. También califica de "rechazo visceral" la opinión de quienes nos oponemos al voto de los ciudadanos radicados en el extranjero, por la muy racional comprobación de que en la mayoría de las elecciones han votado en tendencias diferentes a las de quienes viven -y a veces sufren- en su propio país.
El Embajador estampa estas afirmaciones en el prólogo de una "Historia del Uruguay en el Siglo XX" que encargó al Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades con destino, principalmente, a los uruguayos emigrados y a sus hijos, a raíz de que "la historia oficial, entre otras cosas, escamoteó sistemáticamente las explicaciones profundas y estructurales de la decadencia y crisis del Uruguay de la segunda mitad del siglo XX."
Se trata entonces de combatir una historia "oficial" que alguien habría escrito. Si miramos el panorama uruguayo de los últimos 50 años, ¿dónde está esa historia oficial? ¿Fue la de Pivel, Reyes Abadie, Traversoni o Barrán, o la de Caetano y Rilla, autores todos ellos de amplísima difusión y por cierto no coincidentes en múltiples apreciaciones? ¿O fueron los extranjeros Milton Vanger, Göran Lindhal y Henry Finch?
Quienquiera se preocupe de estos temas, sabrá que han existido relatos e interpretaciones históricas muy distintas, no sólo sobre el Siglo XX sino sobre el nacimiento mismo del Estado uruguayo y la configuración de su nación. Pero como hay que inventar algún mito al cual declarar "el enemigo", allí está la historia "oficial", junto al neoliberalismo y el Fondo Monetario Internacional. Para contrarrestar el mal, entonces, se intenta escribir una historia tan oficial como que la encarga y paga un Ministerio y la escribe un departamento de la Universidad del Estado, bajo el rótulo legitimador de su autoridad académica.
El libro resultante es un trabajo histórico que aplica la metodología habitual en este tipo de obras. Adolece, desgraciadamente, de esos pequeños errores en que no se debiera caer. Por ejemplo, publicar la foto archifamosa de Baltasar Brum antes de su inmolación y decir que le acompaña un grupo no identificado en el que estaría el Ministro de Industrias Edmundo Castillo, cuando claramente quienes aparecen son Alfeo y Lirio Brum y el Dr. Eduardo Acevedo Álvarez. Con todo, no son estos detalles los que preocupan sino, cuando -al aproximarse a la historia reciente- se usan categorías claramente prejuiciosas o se hacen relatos no equilibrados.
Por ejemplo, evocar el plebiscito constitucional de noviembre de 1980, recordar la audición de José Germán Araújo en CX 30 y omitir el decisivo debate en televisión en que los Dres. Enrique Tarigo y Eduardo Pons Echeverry impactaron a una ciudadanía que hacía 7 años no veía una expresión opositora en ese medio masivo.
Por ejemplo, dedicar 16 líneas anodinas al primer gobierno democrático de 1985 y 46 ditirámbicas al primer gobierno municipal del Frente Amplio en Montevideo…
En un plano realmente mayor, titular el período 1985-2005 como "La crisis de la democracia neo-liberal y la opción por la izquierda" es usar categorías de análisis rabiosamente partidistas. No es posible etiquetar un período de rápida rehabilitación del pluralismo político, con un rótulo de "neo liberal" que es muy discutible en lo económico pero que para nada puede calificar -o "des-calificar"- a un sistema político democrático.
En lo económico, incluso, es simplemente un error técnico definir como "neo liberal" a una economía en que el gasto público es 32% del PBI y, dentro de él, el gasto social un 70% del total. Si le añadimos que ninguna de las grandes empresas del Estado (UTE, Antel, Ancap, OSE, Banco de la República) fue privatizada, ¿dónde está la avalancha neo-liberal?
El deslizamiento ideológico llega a su cumbre cuando se ubica entre las reformas "neo-liberales" la constitucional de 1996. O sea que el balotaje y los candidatos presidenciales únicos aparentemente se inspiran en Milton Friedman o la Escuela de Chicago…
En ese capítulo de reformas neo-liberales, se incluye también a la reforma educativa de 1995, aunque se reconozca que fortaleció las instituciones del Estado. Pero se realizan afirmaciones simplemente falsas, como que habían aumentado los índices de pobreza, cuando habían bajado del 46% de la población en 1985 a sólo un 15% en el 2000. (Ya sabemos que la crisis del 2002 nos retrotrajo, pero el avance en el largo período mencionado es incuestionable, tanto como la caída de la mortalidad infantil de un 30 por mil en 1985 a un 14 por mil en 2000). Refiriéndose a esta crisis, se afirma categóricamente que "fue el resultado previsto y previsible de este modelo económico que se mostró insuficiente para garantizar un crecimiento sostenido".
Por lo visto, la quiebra de los Bancos de Montevideo y Comercial, no fueron la causa del desbarranque financiero del país, cuando nadie puede explicarlo si extrae ese hecho del proceso. Podrá decirse que luego de años de crecimiento, a partir de la devaluación brasileña se detuvo esa expansión, pero una cosa es un período recesivo y otra una crisis que notoriamente fue provocada por el crac bancario. Al punto que la recuperación fue rapidísima y ya en 2004 el Uruguay volvió a crecer un 12%, como lo ha reconocido el propio Ministro Astori.
De todo lo cual resulta que la historia "oficial" es además oficialista y que merecería un serio reexamen, sereno, riguroso, meditado, de un grupo de académicos que debieran reconocer que, si bien nadie es objetivo en una reconstrucción histórica, ella no se puede hacer -y más sobre hechos recientes- con el único visor de la concepción que sostiene el gobierno.
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