domingo, 22 de febrero de 2009

"FA vive en la irrealidad más absoluta"


























Dr. Jorge Batlle - César Pereira



El ex presidente Jorge Batlle cuestionó la convocatoria a la Asamblea General para analizar la constitucionalidad de la Ley de Caducidad, señalando que el oficialismo "vive en la irrealidad más absoluta".

En su audición semanal de CX12, Radio Oriental, el dirigente colorado dijo que el Frente Amplio plantea esta discusión "para ver si pueden distraer a alguien". "Quieren discutir si esta ley es constitucional o inconstitucional, por acontecimientos que pasaron hace más de 30 años en el Uruguay", sostuvo. Batlle dijo que si después de los enfrentamientos entre blancos y colorados en 1904, donde hubo "miles de muertos, degollados y otros que no se sabe dónde quedaron sus restos... imagínense lo que hubiera ocurrido si nos hubiéramos puesto durante 30 y pico de años a discutir todas esas cosas". A su entender, a partir de aquellos enfrentamientos tan profundos entre ambos partidos, "la historia del Uruguay no ha sido la de los enfrentamientos ni de la búsqueda permanente de culpables, sino de tratar de construir el porvenir; ahora estamos viviendo lo opuesto, lo contrario", indicó. Batlle dijo que el Poder Ejecutivo "no atina a atender las cosas con sensatez" y, tras cuestionar distintos aspectos de la acción gubernativa, preguntó: "¿A qué se dedica el gobierno?". "En primer lugar, se dedican a pelearse entre ellos; todas las tribus se están peleando a mansalva, devorándose, canibalizándose".

"Ahora están tratando de juntar al Parlamento para que opine sobre la inconstitucionalidad de la Ley de Caducidad, que fue ratificada en un plebiscito popular, donde todo el pueblo fue y votó".

"Esto es lo que le ofrecen al país para el porvenir. ¡Qué falta de sentido! ¡Qué falta de respeto a lo que el país precisa de sus gobernantes!", cuestionó.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Febrero amargo




Julio María Sanguinetti | Ex Presidente de la República

Hace 36 años, en un febrero como éste, nuestra vida institucional quebró el viejo tópico de que en verano no pasa nada. A la inversa, como un vendaval, el Uruguay vivió el comienzo dramático del eclipse final de su democracia. Por cierto, la situación de deterioro venía de atrás, pero entre el 8 y 10 de febrero de 1973 la irrupción militar subordinó el poder constituido, hasta que el 27 de junio, con el cierre del Parlamento, se produzca la culminación de ese golpe de Estado ya configurado.

Los episodios de entonces se precipitaron a raíz de una carta del Dr. Amílcar Vasconcellos en que denunciaba que el país estaba entrando nuevamente en otro período militarista y que los mandos militares actuaban con el evidente propósito de asumir el gobierno. Los militares quisieron contestar ellos, el Presidente Bordaberry se sintió obligado a hacerlo personalmente y calificó de "desvarío" la posibilidad de un golpe. Pero los mandos del ejército seguían agraviados por los calificativos de Vasconcellos y luego de tensas reuniones hacen pública una respuesta durísima en que, si bien niegan una intentona golpista, anuncian que no se callarán sobre la situación política.

El Ministro Dr. Malet renuncia a su vez y el Presidente, notoriamente desautorizado, juega su última carta: la designación del General Antonio Francese, quien ya había sido Ministro de Defensa e Interior y gozaba de sólido respeto profesional y cívico. Se produce entonces la sublevación. En la mañana del 8 de febrero se acuartelan el Ejército y la Fuerza Aérea, mientras la Armada, comandada por el Contralmirante Juan José Zorrilla se declara institucionalista. El ejército corta el tránsito en varias rutas y copa la televisión oficial. La Armada, en la madrugada, bloquea la Ciudad Vieja con barricadas. El país despierta ese 9 de febrero, un viernes, con un enfrentamiento militar y unos comunicados militares que definen ya la doctrina que están dispuestos a llevar adelante.

El Presidente Bordaberry convoca al pueblo en defensa de las instituciones, sin mayor eco. Los partidos tradicionales rechazan la irrupción militar. La CNT, en cambio, parlamenta con los militares, considera a los comunicados una base importante de conversación y -notoriamente- especula con un gobierno "a la peruana", como se decía entonces en alusión al régimen del General Velasco Alvarado, una dictadura militar nacionalista e izquierdizante.

La Armada le ofrece al Presidente la Ciudad Vieja como lugar seguro para parlamentar desde una posición de fuerza. Por el contrario, él resuelve negociar y le pide a la Armada que deponga su levantada actitud. Entonces, ya no tiene objeto su resistencia y Zorrilla levanta el bloqueo, renunciando. El lunes 12, al mediodía el Presidente se dirige a Boisso Lanza, al Comando de la Fuerza Aérea, y allí pacta con los mandos militares que aceptará su presencia en las decisiones gubernamentales, creándose un Consejo de Seguridad Nacional como marco de esa nueva estructura de poder.

A partir de entonces se vivirá una situación muy precaria, que culminará cuatro meses después con el cierre del Parlamento por el Ejército y el inicio de una amarga dictadura.

El episodio de febrero fue más o menos el que sucintamente relatamos, pero él es simplemente la culminación de un largo proceso de resquebrajamiento institucional iniciado por una movimiento guerrillero que pretendió derrocar la democracia "burguesa" y sus "libertades formales" para instaurar un régimen a la cubana. Fueron años de permanente desorden, en que el secuestro, el asalto, el asesinato, arrastraron al país a una guerra interna, que libró el Estado con la policía hasta que en septiembre de 1971, a dos meses de la elección, la fuga del Penal de Punta Carretas de todo el movimiento tupamaro, llevó al gobierno -en medio de un país paralizado por el temor- a darle entrada a las Fuerzas Armadas en ese combate. Esa postergación de su presencia, justamente, le fue reprochada al General Francese en los días de febrero que evocamos y se explicaba precisamente por su preocupación de no involucrar a los militares en una confrontación política.

Los partidos de izquierda de la época, socialismo, comunismo, democracia-cristiana, todos, elogiaron los comunicados militares. Insistieron en que podía ser la base de un nuevo gobierno en que estarían dispuestos a colaborar. Insistían en la tesis, ya acuñada tiempo atrás, de que el dilema no era entre democracia y golpe de Estado sino entre "pueblo y oligarquía"; y que con "la unión de los orientales civiles y militares" podía abrirse un nuevo camino. Aparte de los partidos tradicionales, la única voz, solitaria en defensa de la democracia, fue la del Dr. Carlos Quijano desde Marcha. ¿Por qué no se incorporaron definitivamente a la dictadura? Porque en el Ejército no predominó el grupo llamado peruanista sino el ríspidamente anticomunista, que cerró todo ese entendimiento que se venía gestando. Hoy parece hasta un chiste que la llamada izquierda creyera entonces en que el General Álvarez fuera el líder de un gobierno "progresista". Pero así fueron los hechos.

Hoy, a la distancia, cabe rescatar la figura del Contralmirante Zorrilla y los marinos que le acompañaron; de las fuerzas políticas tradicionales que aún no apoyando al gobierno valoraban el sistema por encima de las diferencias políticas y subrayar el error trágico de quienes despreciaban por entonces las garantías "formales" de la democracia que sólo reconocerían cuando ellas se perdieron, bajo la dictadura.

Paradójicamente, quienes hoy más invocan los Derechos Humanos fueron quienes más los despreciaban en aquellos años en que la democracia estaba en riesgo y estaban dispuestos a entregarla detrás de un errático sueño revolucionario.


El País Digital

sábado, 7 de febrero de 2009

REBUZNANDO EN LA CHACRA






Pedro Bordaberry

En la década del 40 George Orwell escribió “Rebelión en la Granja”. Esta novela satírica trata de un grupo de animales que decide tomar el poder en una chacra inglesa.

Cansados de ser usados por el granjero los animales se rebelan, lo expulsan y toman el control del establecimiento.Para ello crean un sistema de gobierno propio que pronto se transforma en una tiranía.

Los personajes de esta alegoría fueron creados cuidadosamente por Orwell.

Así los que toman el poder son los chanchos del establecimiento. Lo hacen bajo consignas que obligan a todos a repetir y cantar todos los días, tales como “Cuatro patas es bueno, dos patas es malo”, “No se puede beber alcohol” y “todos los animales son iguales”.

Antes de la rebelión habían sembrado el odio contra el granjero diciendo que no era justo que éste vendiera los huevos que producían las gallinas o la cosecha en que todos trabajaban.

“Ahora todo cambiará” prometieron al tomar el poder.

Los otros animales les creen y confían en los chanchos.

El viejo caballo, llamado “Boxer”, trabaja luego de la rebelión más que antes y recibe menos ración. Pero le aseguran que es más justo y que al final todo será mejor.

Las ovejas son obligadas a repetir todo el día “cuatro patas si, dos patas no”. Una perra tiene cachorros que desaparecen. Al poco tiempo se enteran que ahora son la guardia personal de los chanchos que tomaron el poder.

Nadie cuestiona nada convencidos que ahora todos son iguales.

Solamente Benjamín, el burro, duda. Es muy amigo de Boxer el caballo trabajador que tira del arado.

Benjamín empieza a dudar cuando, luego que el granjero es derrotado por segunda vez, comienzan a suceder cosas raras: los chanchos se mudan a la casa del granjero, afirmando que como dirigen la granja tienen que vivir en ese lugar que tanto criticaron.

Después sobreviene una pelea entre los mismos chanchos que gobiernan. Uno de ellos que ayer era considerado un héroe es criticado por todos y desterrado de la granja.

A las gallinas se les obliga a poner más huevos que son vendidos. Los chanchos empiezan a comercializar afuera las cosechas porque, dicen, las necesitan para seguir construyendo la rebelión en la granja.

Finalmente, luego de esforzarse por muchos años y sin disfrutar de su jubilación, el viejo y noble caballo Boxer fallece.

El final es excepcional.

Benjamín el burro se asoma por la ventana de la casa principal y ve a los chanchos cenando y tomando alcohol con sus enemigos, los granjeros vecinos. ¡En lugar de andar en cuatro patas están parados, en dos!

Benjamín no se aguanta, se pone a rebuznar, y se rebela.

Esta alegoría escrita en 1941 por Orwell fue casi premonitoria de cosas que sucederían después en muchos países. La vigencia de la misma esta dada también por el hecho que Orwell era socialista.

La recordé la semana pasada cuando el Senador Mújica me ordenó públicamente que no rebuznara, enojado por un artículo que publiqué acá.

Los que rebuznan son los burros, pensé sin entender.

Ahí me di cuenta que me había asociado con Benjamín, el de Rebelión en la Granja.

El burro Benjamín se asomó por la ventana y vio a los que detentaban el poder, en dos patas, renunciando a todos sus principios e ideas.

Yo lo vi a Mújica por esa ventana que es la televisión en el Conrad, José Ignacio y Punta del Este, hablando de lo bueno que era lo que criticó toda la vida.

Tiene razón: como Benjamín no me aguanté y me puse a rebuznar.