viernes, 5 de diciembre de 2008

BREVE HISTORIA DE LA CORRIENTE BATLLISTA INDEPENDIENTE (CBI)



La CBI en perspectiva Manuel Flores Silva

El pasado 13 de noviembre se cumplieron 28 años del nacimiento de la Corriente Batllista Independiente. No pocos jóvenes nos han pedido últimamente que escribiéramos sobre la CBI y su significación en el Partido Colorado. Tal vez el hecho de que estemos ahora mismo de misión fuera del país, como ocurre regularmente, trabajando en la reflexión de la cosa pública en otros escenarios, nos provoca la ilusión de poder abordar el tema con una cierta y necesaria perspectiva.

El plebiscito de 1980

En 1980, después de 7 años de dictadura, el régimen de facto creyó que podía obtener con relativa facilidad la legitimidad popular plebiscitando un proyecto constitucional que recogía sus ideas autoritarias sobre el país. Eran tiempos de plena algarabía económica de lo que se llamó “la plata dulce” y antes de la catástrofe económica nacional de “la tablita”.
Después de los años del horror quedaba un siniestro balance para el país. Cincuenta muertos bajo fuego en cada bando, unos 60 muertos bajo tortura en el país –la mitad de cuyos cadáveres fueron entregados a los familiares con la prohibición de abrir los ataúdes y la otra mitad desapareció-, cuatro o cinco mil personas que habían pasado por la tortura, más de tres mil presos e innumerables compatriotas en el exilio.
El plebiscito de noviembre de 1980 lo ganan los demócratas provocando impacto a nivel de la prensa mundial. En lo interno significó el comienzo de un proceso de sacudirse el miedo de los huesos de los uruguayos. El principio de la recuperación de las libertades y de la dignidad nacional. La expresión de que la cultura democrática tan reprimida seguía protagonizando el alma nacional, era su acervo y su tesoro.
La oposición no podía hacer publicidad para defender su posición por el NO al proyecto constitucional de la dictadura en tal plebiscito, mientras la propaganda a favor del SI saturaba los medios de comunicación.
Algunas rendijas se abrieron, sin embargo, en el cerrado orden militar. Un debate televisivo lanzó a la opinión pública al Dr. Tarigo, cuya crítica al proyecto militar fue feroz. Un par de reuniones públicas de los opositores fueron permitidas. Los blancos hicieron el acto en el Cine Cordón. Los colorados, convocados por un nuevo sector político generacional, la CBI, se reunieron en el desaparecido Cine Arizona. En los dos actos hubo que cortar las calles, dada la cantidad de gente que concurrió. Y en los dos actos la oratoria –en la que nos cupo el honor de participar- fue de radical rechazo a todo lo generado por el entonces autodenominado proceso cívico-militar.
La ocasión del plebiscito permitió, además, la activación de los políticos proscriptos de los dos partidos históricos, los cuales en la medida de sus posibilidades, dada su proscripción, revivieron las organizaciones electorales para la ocasión, siendo, por ejemplo, notorias las febriles actividades que en 1980 desarrollaron tanto Jorge Batlle como Carlos Julio Pereira, quienes llegaron incluso a usarse entre ellos como correos para organizar compañeros de los dos partidos en diferentes lugares del país. El plebiscito del 80 no sólo había significado una derrota ominosa y condenatoria de la dictadura sino que, además, los partidos históricos, únicos permitidos de tener alguna mínima actividad –proscripciones, sin embargo, vigentes- había reconstruido su reorganización en todo el país y la habían lanzado contra la dictadura.

El Batllismo como social-republicanismo

La CBI se había fundado bajo la idea de que la nueva generación no tenía que reproducir en la realidad partidaria el fragmentarismo que había hecho ineficaz al Partido para evitar la crisis de la democracia. Por eso el manifiesto constitutivo votado esa noche del 13 de noviembre de 1980, después de que un centenar de personas nos reuniéramos para discutirlo media docena de veces, y publicado en El Día unos días después, decía: “El juicio sobre ese período crítico del devenir nacional (se refiere al previo a la dictadura) exige una revisión honesta y completa de las ideas, procedimientos, conductas y actitudes dominantes entonces dentro del Partido. Será insoslayable señalar el descuido atinente a los planteos doctrinarios y a la democracia interna, así como su sustitución por prácticas inapropiadas. Debe asumirse que el Partido no pudo resistir ni detener la cascada de sucesos que concluyeron en la desolación que hoy padece la república”.
La CBI se había fundado sobre el concepto central de que había que recuperar la idea de república. Bajo la “negra noche” de la dictadura –así diría el spot televisivo de la CBI en las elecciones internas de 1982- la palabra de común bastante hueca de “república” se había cargado de fuerte contenido. Como sistema de pesos y contrapesos entre los poderes del Estado, como sistema de fiscalización permanente del poder de donde salen las reales garantías ciudadanas, como sistema paridor, luego, de la ciudadanía política, civil y socioeconómica de los ciudadanos.
No era raro, pues, que después de una década de desprecio por las libertades formales, como fue la década del 60, después de otra década de autoritarismo, como fue la década de los 70, en los 80 estuviéramos matrizados por la idea de democracia-como-control-del-poder que reside en el republicanismo. Marcados por el tiempo en que nacimos nunca dejaríamos de ser otra cosa que republicanos. Ese es nuestro “kairós”, para usar el término griego que utiliza San Pablo y que no está presente en nuestra lengua, que refiere al concepto del “deber-moral-de-vivir-su-tiempo” que tiene cada generación.
Ese signo que nos daba nuestras señas de identidad nos proponía también una relectura del Batllismo. La puesta en valor respecto de que el Batllismo había creado la más consistente “república” que había conocido el continente. Y, la más ejemplar “república de partidos” que ha conocido la región. A través de la cual se había creado el primero y el único “Estado del Bienestar” de Latinoamérica conseguido a través de la democracia. Era la inexorable conclusión del examen de elementos tales como que la Convención se reuniera todas las semanas durante más de una década: el espacio de lo deliberativo en la concepción del funcionamiento social. Como que Batlle y Ordóñez planteara que se realizara una elección nacional por año, y sólo lograra consagrar en la Constitución de 1918 ocho elecciones cada once años: el espacio de lo público realzado.
El republicanismo básico de las tres ciudadanías estaba presente en la construcción temprana y simultánea de las tres ciudadanías. De la ciudadanía civil: el divorcio, los derechos de la mujer, la creación de la Alta Corte de Justicia, la abolición de la pena de muerte y la cadena perpetua, etc.. De la ciudadanía política: institucionalidad orgánica muy fuerte de los partidos como canales de participación; participación de minorías en la función controladora en todo espacio del Estado, aún en el Poder Ejecutivo, entonces parcialmente colegiado; proporcionalidad perfecta según la legislación de 1925 para incluir a las pequeñas minorías en el sistema; creación del sistema de gobierno municipal con organismos deliberativos, etc.. Y de la ciudadanía social y económica: derechos del trabajador, ley de 8 horas, creación de la Inspección del Trabajo, indemnización por despido, creación el sistema jubilatorio, instauración del salario mínimo, ley “Serrato” para adquisición de viviendas, creación de liceos departamentales, de la enseñanza femenina, ley de enseñanza gratuita en todos los niveles, fundación de varias facultades etc..
El Batllismo histórico, entonces, como radical y exitosa propuesta “social-republicana” fue el signo pues de la relectura a que la época conducía.
El jueves antes del plebiscito se publicó un aviso a página entera en el diario El Día, firmado por la CBI, convocando a los batllistas a votar por el NO. Eso fue posible gracias a María Antonia Batlle de Franzini, que está viva, que pagó el aviso y logró hacerlo publicar, cuyo texto tuvimos el gusto de co redactar.
Pasado el referéndum volvió la parálisis partidaria. Para removerla en 1981 la CBI organiza en el Fortín de Santa Rosa un encuentro de análisis ideológico y durante un par de días se trabaja en talleres en la propuesta de país. Además de decenas de jóvenes participan personalidades del partido como Luis Hierro Gambardella, Manuel Flores Mora, Enrique Tarigo, así como técnicos invitados no pertenecientes al partido. Se publica en el Semanario Opinar, seis páginas, el documento resultante. En la “negra noche” se le pasaba a la sociedad, sin embargo, la señal de que se estaba pensando un nuevo país.
El resto del partido, sin embargo, no reexaminaría los errores previos a la dictadura y no se plantearía la reconstrucción del social-republicanismo. Nuestros 28 años de lealtad al social-republicanismo nos traerían, luego, muchos problemas con la cúpula partidaria.

El social-republicanismo

República y poderes fácticos

Roto el cronograma militar, que daba por implícito que iba a triunfar el proyecto de SI a la reforma constitucional castrense, los militares establecen un nuevo cronograma que instituyó las elecciones internas de los partidos políticos históricos para noviembre de 1982. La CBI concurre a las elecciones internas de los partidos, las que significaron un nuevo paso hacia la democracia en la medida que dentro de los partidos históricos se impusieron con notable claridad las corrientes más radicalmente opuestas a la dictadura.
La CBI obtiene en la ocasión una alta votación y se consolida como actor político independiente. Antes de las elecciones se da en su seno la discusión sobre si apoyar los acuerdos que se venían haciendo en el Batllismo Unido o concurrir a los comicios de modo independiente y se opta por este último camino. La idea de no transar con los sectores partidarios complacientes con conductas políticas no republicanas ha acompañado desde su fundación, y desde esa primera elección, a la vida misma de la CBI.
Ideas no republicanas en el sentido de concebir a la política como una actividad de cúpulas (contra la esencia deliberativa, participativa y pública de la idea de república) y no republicanas en el sentido de concebir a la política como una actividad de “transacción” y no de “combate” con los poderes fácticos. Entendidos éstos como los poderes que no emergen del funcionamiento público y democrático sino de la acumulación de poder (económico, mediático, social, etc.) que devienen de privilegios que resultan de cada fase histórica. Y que los republicanos debemos corregir radical y permanentemente y no acostumbrarnos a convivir con ellos. Y, menos, asociarnos a ellos. Un republicano es partidario del “sistema”, sí, democrático (más que nadie) pero no del “establishment”, esto es del “sistema-establecido-de-privilegios” resultante por veces del funcionamiento socioeconómico a lo largo del tiempo, el que presiona siempre por la permanencia de sus privilegios y por el acrecentamiento de su poder.
Los poderes fácticos no sólo incluyen a los poderes legales sino a los ilegales, lo que Fernando Henrique Cardoso ha llamado “sociedad incivil” (contrabando, lavado de dinero, corrupción política, etc.). Finalmente, en algún punto, los poderes fácticos legales e ilegales se juntan. Cuando los poderes fácticos se transforman de un grupo de presión a un grupo fijador ya de reglas públicas se habla, más modernamente, de la “captura del Estado”.
Ese legado de lucha contra los poderes fácticos es un legado de Batlle y Ordóñez que la CBI siempre sintió centralmente –la dictadura era un supremo poder fáctico- más allá de que los poderes fácticos legales nos cooptaran luego, dolorosamente, alguna gente.

La transición a la democracia

El año 1983 fue rico en acontecimientos pues se acercaba, después de dos victorias democráticas en la urnas, el tiempo de la libertad. A comienzos de años se reúne por primera vez la Convención colorada cuyo convencionales recién habían sido electos en las elecciones internas.
Lo primero que ocurrió en la Convención, una vez que el delegado de la Corte Electoral abrió la sesión y se eligió al Presidente de la misma, es que la CBI inaugura la Convención pidiendo un minuto de silencio en homenaje a Zelmar Michelini, batllista muerto por la dictadura seis años antes. Todo el partido, todo, debió rendir de pié ese homenaje. Llevaremos de por vida el recuerdo del timbre de nuestra voz abriendo la convención de Batlle con esa propuesta.
En abril comienza otra actividad: la denuncia de la dictadura en los foros internacionales, por vez primera de parte de gente que vivía dentro del país. Pero que tenía que volver luego. Fue una actividad articulada con el exilio, el que podía presentar así testimonios venidos desde dentro del Uruguay. Así lo hicimos, por ejemplo, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ante numerosas entidades con sede en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, como Amnesty Internacional.
En esa actividad nos encontrábamos nosotros en Estados Unidos, en un foro de denuncia que sesionaba en el propio Congreso estadounidense, cuando el convencional Vaillant cumple con el mandato de la CBI de pedir la amnistía para los presos políticos. Manuel Flores Mora recoge, para reforzarla, en el seno de la Convención la propuesta de la CBI y hace una histórica defensa de la libertad de los entonces presos políticos. Luego pediría, en sendos artículos de JAQUE -y ante el estupor de la dictadura- por la libertad de José Luis Massera, el más importante comunista preso, y de Raúl Sendic.
El 31 de marzo, fecha del suicidio de Baltasar Brum, y el 26 de octubre, fecha del asesinato de Julio César Grauert, la CBI vuelve a llenar el cine Arizona, con la presencia de las viudas de los homenajeados. Se trataba de no dejar caer la actividad política señalando una posición de radicalidad democrática. Cumplíamos con el lema que habíamos levantado en los comicios internos de 1982: “el voto que exige”. Habíamos recibido la afiliación del biógrafo de histórico de Batlle, Efraín González Conzi.
La salida de la dictadura tuvo cuatro patas: el triunfo del NO de 1980, la victoria aplanadora de los sectores radicalmente democráticos en las elecciones internas de 1982, el acto del obelisco de noviembre de 1983, llamado “el río” por el dibujo imponente que hacía la multitud reunida, tal vez la más grande en la historia del país (el texto leído estupendamente por Alberto Candeau había sido redactado por Enrique Tarigo y Gonzalo Aguirre) y la acción de los semanarios opositores “Opinar”, “La Democracia”, “Aquí” y “JAQUE” (el de mayor venta, por lejos).
Si bien en las cuatro instancias no participaba el Frente Amplio, prohibido como partido, al igual que la mayoría de los dirigentes de los partidos históricos todos proscriptos, todos sentíamos la presencia del Frente a la par de nosotros (incluíamos a sus voceros como columnistas en los semanarios) con el relevante apoyo popular que tenía entonces esa fuerza política, el 18% de las voluntades nacionales tanto en 1971 como en 1984.

Juntos podemos

En noviembre de 1983 se funda JAQUE, el semanario que va a expresar a la CBI. Mejor dicho, que va a expresar a todo el frente democrático abriendo sus páginas a todo el arco democrático. La consigna con que la CBI también había concurrido a la elección interna “juntos podemos” buscaba hallar en JAQUE una vigorosa expresión.
JAQUE le tira a la dictadura –en sus 60 páginas tabloid por semana- no sólo con la oposición ideológica sino con la vuelta de la expresión cultural nacional que la dictadura había ahogado. Las contratapas de Maneco reunían, asimismo, las dos voluntades: la oposición política desde la re jerarquización de una cultura nacional tolerante que hacía a nuestra identidad, como la cultura nacional intolerante deshace nuestra identidad. JAQUE cumple asimismo una tarea trascendente –terminar con la tortura en el país- cuando denuncia en abril de 1984 que el Dr. Vladimir Roslik ha muerto por torturas, lo demuestra extrayendo de las propias oficinas militares la autopsia verdadera (Maneco convence a un médico militar) y la publica. Los militares deben reconocer el hecho y sancionar a sus culpables formales. Señal para todos los torturadores.
Al mes siguiente, el 16 de junio Wilson vuelve al país. En la inmensa columna nacionalista que lo intenta recibir se distinguen cientos de banderas de la CBI, la que ha resuelto solidarizarse con los derechos del caudillo nacionalista. La noche anterior, por única vez en su vida, Manuel Flores Mora y quién esto escribe habían sido invitados a hacer uso de la palabra en un comité blanco. La CBI había declarado seis meses antes que no concurriría a las elecciones con Wilson preso salvo que lo hicieran los nacionalistas. Una actitud similar de reconocimiento del adversario fue expresada posteriormente por la CBI cuando en los días finales de Wilson, mientras pudo salir a saludar al balcón de su domicilio, habían banderas de la CBI permanentes -a cargo de la juventud de la organización- para despedirlo con carácter más nacional que partidario. Nada hay más colorado que nosotros, pero antes republicanos al servicio de los derechos de todos.
En preparación para las elecciones de 1984, el 17 de agosto de 2004 (inmediatamente después del Club Naval) la CBI presenta un documento que se llamará internamente “las 7 tesis”. Allí están recogidas las experiencias ideológicas de la época mediante un largo documento, algunos de cuyos títulos fueron los siguientes: “la revalorización del reformismo o la superación del violentismo”, “la revalorización de la libertad o la superación de la intolerancia”, “la ruptura con los ideologismos dogmáticos” a través de “la traducción nacional de las ideologías”, “la superación del vanguardismo elitista”, adentrándonos luego en la “lógica de cambio” del país y en la “lógica histórica del Partido Colorado”, culminando con una clara lectura socialdemócrata del Batllismo. Esto era cinco años antes, obviamente, de la caída del socialismo real y los postulados allí expresados conservan plena vigencia. Con ese programa la CBI obtuvo 74.000 votos en 1984.
Ahora bien. Lo más importante de la CBI lo hizo, por lejos, después de 1989. Y lo más conflictivo en la interna colorada.

El camino de las fortalezas y de las debilidades de la CBI

La experiencia de gobierno

Llegada la democracia, en 1985, la experiencia de gobierno nos múltiples enseñanzas.
La primera es que nuestra generación accedió a las responsabilidades de gobierno siendo muy crítica de los errores de los años 60 –el desprecio por las libertades formales que en esa década se practicó y cuya falta habíamos tanto valorado en los años oscuros- pero en el gobierno comprendimos mejor los errores de la década del 50. La idea cepalina a ultranza de desarrollar el país en base al pequeño mercado interno –aplicando el modelo de sustitución de exportaciones sin reflexión de escala como si el esquema propuesto sirviera tanto a Uruguay como a Brasil o México- había generado ineficiencia, inflación, grandes bolsones de utilidades para pocos grupos, todo en base a altísimos aranceles de protección no selectiva.
A partir de 1955 las carencias del modelo fueron claras y el mismo empezó a hacer agua. Los dos erráticos gobiernos nacionalistas siguientes y sucesivos lanzaron al país a la inflación desenfrenada produciendo un fenómeno harto explosivo: el descenso abrupto de la situación las clases medias. De dónde se catapultó una frustrada revolución pequeño burguesa, los tupamaros.
Tuvimos pues, en la segunda mitad de los años 80, la necesidad de distinguir al Batllismo originario del Batllismo de los años 50 y creamos como categoría de análisis la división entre “primer Batllismo” y “segundo Batllismo” (influyó en nuestra terminología, y sólo en eso, la lógica entonces lanzada por Alfonsín de lo que denominó en su país “tercer movimiento histórico”, para integrar a su favor al radicalismo de Hipólito Irigoyen, primer movimiento, y al peronismo, segundo movimiento).
Mientras el primer Batllismo creó las empresas estatales (energía, ferrocarriles, seguros, etc.) pero no les dio el monopolio, el segundo Batllismo tuvo una concepción de estatismo monopólico. Mientras el primer Batllismo cuidó su política de cuadros, el segundo Batllismo empezó a colocar en cargos de relevancia a gente no preparada para tal función aunque con buenos antecedentes de actividad partidaria. Las dos ineficiencias acumuladas eran una rémora muy ostensible y urticante cuando se llegó en 1985 a la responsabilidad en la administración del país.
Lo segundo que tuvimos claro a partir de la experiencia de gobierno fue que un economista o político ortodoxo en lo económico que no elige un campo en el que ser heterodoxo es alguien que no entiende nada. La heterodoxia selectiva constituye el desarrollo estratégico de una política ortodoxa eficaz. La heterodoxia del primer gobierno democrático pos dictadura, por ejemplo, fue el crecimiento sin par (el doble, casi, que el de la presente administración) del salario real y del empleo. La CBI incluso inauguró, durante el primer gobierno de Sanguinetti, en campo de lo político, hacia 1986, la expresión “políticas sociales”, hasta entonces circunscripta a lo académico. Dicho sea de paso, cualquiera sea la situación política que se viva por parte de cada uno, no debe dejar de señalarse que Sanguinetti resultó un hombre providencial para negociar la salida en paz hacia la democracia.
Se salía entonces -como en la actual administración- de una brutal crisis económica (entonces la de “la tablita”) que había reducido el Producto Bruto Interno un 15%, tres años antes. Igual que cuando asumió la actual administración tanto en tiempo, tres años después, cuanto en el volumen de la regresión del producido nacional. Heterodoxias posteriores (subsidio forestal, actividades libres de impuestos, etc.) han explicado buena parte de los éxitos producidos ulteriormente. Salvo ese primer gobierno democrático pos dictadura, por el contrario, todos los posteriores fueron absolutamente ortodoxos. El actual gobierno, tal vez, el más ortodoxo.
La tercera enseñanza de la experiencia de gobierno fue la importancia de la fiscalización de la oposición. Buena parte de lo que pasó -en términos de irregularidades- en los años 90 no hubiera ocurrido si se hubiera mantenido al Frente en las empresas del Estado como se hizo en la primera administración democrática. No por el Frente en sí mismo, sino porque es necesario todo el abanico opositor fiscalizando. En el mismo sentido, en nuestra opinión, la actual administración pagará muy caro el no haber tenido fiscalización de ningún tipo de oposición en las empresas y entidades del Estado, violando con ello una valiosa tradición de 80 años de control público.

Las consecuencias ocultas de la ley de caducidad.

A fines de 1986 el país se vio de frente a la crisis militar. Una opción fue la Ley de Caducidad, votada por el pueblo 3 años después y mantenida por el actual gobierno de izquierda.
El contexto era muy diferente al que se suele entender ahora. En primer lugar, en 1986, los dos más fuertes precandidatos a la presidencia para el período siguiente –Wilson Ferreira Aldunate y Enrique Tarigo- aceptaron la salida que la ley proponía pensando los dos que (Presidentes cuatro años después) les iba a tocar a ellos aplicar el Artículo cuarto de la ley que mandataba “esclarecer” todas las violaciones a los derechos humanos cometidas en el país. La ley llevaba ese verbo esclarecer en la barriga.
Dos factores impidieron eso. El primero es que Wilson Ferreira falleció y Enrique Tarigo perdió la elección interna de 1989 en manos de Jorge Batlle, algo que no estaba previsto para la mayoría del Partido en 1986.
El segundo factor fue que el resultado del referéndum de 1989 a favor de la ley de caducidad produjo un quinquenio posterior de silencio sobre el tema, un quietismo a partir de que la noche misma de la derrota de la hoja verde promovedora de la derogación de la antedicha ley. Noche en que los promotores del referéndum declararon que había que dar vuelta la página.
Ni Lacalle, ni Sanguinetti, ni Batlle (en los años 90) tenían la lectura de Wilson y Tarigo sobre el asunto. La idea de ellos, convencidos, era sepultar el tema.
No se sabía entonces, por ejemplo, el caso llamado del “segundo vuelo”, es decir que más de 20 ciudadanos uruguayos fueron capturados en Argentina, traídos a Uruguay y asesinados aquí. Según revelara POSDATA años después.
Naturalmente el tema de la ley de caducidad y las campañas posteriores –aunque se ganara el referéndum- debilitó a los sectores políticos principistas dentro del Partido Colorado, los que más sufrieron el dilema weberiano, entonces bastante citado, entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.
Ese debilitamiento fue aprovechado por los sectores tradicionales para revertir la lógica republicana en que se había lanzado el partido durante la lucha contra la dictadura y durante el primer gobierno democrático. Eso no lo vimos venir. Habíamos subvalorado el impulso restaurador de las viejas prácticas políticas que, residual y fuertemente, estaban instaladas en los sectores tradicionales del Partido. No habían aprendido nada de sus errores de antes de la dictadura. Ni deliberación, ni debate como mecanismos de construcción de propuesta, sí, por el contrario, cupulismo y clientelismo. Partido sin musculatura solo jugado al mesianismo de sus líderes, des institucionalizando su funcionamiento interno. La anti república en el funcionamiento interno. La anti república en el funcionamiento externo. Frecuentemente a los colectivos sociales, como a los hombres, les resulta más fácil morir que cambiar.
Debilitado el aguijón de la CBI, los sectores tradicionales se afirmaron en su concepción de la política sin utopía que hubiera indignado a don Pepe Batlle. Eran sabios manipuladores de una realidad y de un “establishment” que los conducía hacia la nada. Debilitada la CBI, los cupulismos tenían via libre para la desviación y la deserción republicana del Partido. Como ya había ocurrido con los sectores mayoritarios antes de la dictadura. Entonces, el espíritu de los años 90 en el Partido traicionó sin vacilaciones al espíritu republicano de los años 80. Volvían los años 70 con la crisis en sus huesos.
Es decir, en los años 90 se dejó de reunir a la Convención colorada durante 12 años de modo de eliminar el engranaje republicano de la deliberación. Se instaló el gobierno de las cúpulas. Se sustituyó la generación de propuesta política convirtiendo al personalismo mismo en el discurso político (tal o cual líder es la propuesta en sí). Se rebajó el programa partidario al punto de que el mismo no cuestionara en nada a los poderes fácticos (los acumulados de poder, sea económicos, sea mediáticos, sea corporativos, que han obtenido privilegios y que quieren mantenerlos y acrecentarlos). Al fin de lo cual, el Partido social-republicano, el enemigo natural de los poderes fácticos, se había convertido sencillamente en el representante de los poderes fácticos. Alianza que destruyó al Partido no a los poderes fácticos, los que gozan de buena salud, mejor que antes, con nuevos aliados.
Discutimos en 1993 estas cosas -después de habernos distanciado ya entonces un par de años de la agenda del nuevo partido no republicano- con las más altas investiduras partidarias y sostuvimos que el modelo de Partido en sí mismo y el camino elegido para el Partido eran totalmente erróneos y conducían a una inexorable catástrofe, de la cual dejamos en claro que no seríamos cómplices. Rechazamos las generosas ofertas que recibimos, una y otra vez por unos y otros sectores, de participar con beneficios personales en un orden no republicano. Mientras la lógica de los cargos se apoderaba del Partido nosotros tomábamos, tranquilos con nuestra conciencia y curiosamente bastante inentendidos, el camino del llano.
Escribimos, por ejemplo, previendo la tétrica suerte del Partido a la que lo conducían sus cúpulas, en estas mismas páginas de La República, el 31 de enero, el 8 y el 20 de junio de 1993, hace 15 años, artículos titulados "El síndrome del Titanic", "Por qué crece Tabaré Vázquez", "Por qué se cae el sistema", entre otros. Era evidente que des republicanizado el Partido sólo le quedaba la crisis como agenda. Los amables y envolventes efluvios del poder no permitían ver a sus adalides algo muy elemental: el abismo hacia donde se dirigían.
Eso se veía con diáfana claridad por cualquiera que tuviera una lectura realmente republicana del Partido y de la vida.

Una historia de republicanismo duro y puro

La CBI de los años 90 y 2.000.

Así como JAQUE había sido el instrumento de reflexión en los años 80, POSDATA se convirtió, a partir de setiembre de 1994, en la herramienta del pensamiento político de la CBI. Ésta se había negado a usufructuar de un orden partidario anti republicano con el que discrepaba y se mantuvo al margen de los agasajos y de las ofertas repetidas del poder. No participó en las elecciones de 1994 y 1999.
Cuatro reflexiones republicanas se convirtieron entonces en tarea de POSDATA.
En primer término, reactivar el Artículo 4to de la ley de caducidad, el que había entrado en total olvido. Había una deuda social con el pendiente legítimo de los familiares y de la sociedad toda. Nunca el sentido de la derrota de la hoja verde por la derogación de la ley había querido decir que se dejara sin efecto el mandato de “esclarecimiento” de los hechos que ordenaba el mencionado Artículo 4to. Era claro, por otra parte, que cuanto más se demorara en cumplir con su cometido mayor sería el dolor acumulado y más difícil de manejar tan sentido problema.
Por eso POSDATA, a partir del verano de 1996, desató una campaña por el cumplimiento del artículo 4to de la ley de caducidad. A través de revelaciones periodísticas importantes. Así la denuncia de las torturas de la Armada (apareció por vez primera el nombre de Tróccoli) y cómo, a través de la tortura brutal, se había desarticulado en Buenos Aires al GAU y, en Montevideo, al Partido Comunista sobreviviente, las denuncias de la coordinación con el ESMA en Buenos Aires, la denuncia de la “operación zanahoria”, la publicación del acta constitutiva del Plan Cóndor, un reportaje al Gral Ballestrino que explicaba la lógica deshumanizada de la época, apoyaron todos ellos, y entre otros crónicas, el reclamo de POSDATA por el cumplimiento del Artículo 4to. En pocas semanas, la reinvidicación del artículo 4to. era ya nacional.
Sabíamos de qué hablábamos, pues, entre otros datos, algunos estrechos amigos nuestros habían sido torturados por el Cnel que archivaba los pronunciamientos del Poder Ejecutivo, comprendiendo así dentro de la ley de caducidad hechos que no competían que fueran archivados. El hombre, para empezar, salvaba su propio pellejo. Y desnaturalizaba el sentido de la ley, por lo cual había que restaurarlo: esa era la tarea periodística.
Esa política de POSDATA derivó con la publicación en exclusiva de que había existido un “segundo vuelo” y que uruguayos traídos de Argentina habían sido muertos aquí. Años después lo reconocerían las propias Fuerzas Armadas.
Otra segunda línea distintiva de POSDATA, siempre en el orden republicano, fue la de los trabajos por la transparencia política. La rendición de cuentas de los gobernantes y la fiscalización de sus conductas pertenecen a la esencia republicana. POSDATA debió entonces apuntar sus filas contra la corrupción política. Muchos jerarcas fueron presos por sus denuncias, numerosas licitaciones fueron anuladas por las revelaciones de POSDATA. El contrabando, el lavado de dinero (el mapa de estudios y testaferros publicado sigue vigente y el dueño de un estudio contable denunciado hace muchos años fue preso recién hace unos meses), la corrupción política, la corrupción policial fueron permanentemente denunciados.
La tercer línea de trabajo de POSDATA fue el mismo discurso republicano propiamente dicho. Desde un primer abordaje sobre el papel de la prensa –lo que nos distanció de los órganos de prensa del “establishment” (o sistema establecido de privilegios)- hasta una serie de trabajos editoriales a favor de lo que entonces llamábamos la “sexta república” (ha habido 5 constituciones republicanas).
Finalmente, la CBI fue el único sector del Partido que no acompañó la privatización de ANCAP propuesta en el año 2003. Así como nos oponemos al monopolio estatal, con más fuerza nos oponemos al monopolio privado. Pero, además, ninguna privatización es posible –es la enseñanza chilena- si no hay previamente un entidad reguladora fuerte que defienda a los ciudadanos (precios, calidades, cumplimiento de contratos) de los grandes actores privados. El capitalismo eficaz precisa un Estado inteligente no un Estado idiota. Cuando el Estado es idiota es porque le está conviniendo a alguien saltearse la competencia y apropiarse de rentas indebidamente.
Todo esto fue interpretado por el conformismo que se había adueñado del Partido -y se sentía sempiterno- como una transgresión y se desde el conformismo se nos vió como “malditos”. Para peor no entendían por qué lo hacíamos si éramos invitados permanentes a la mesa del poder y a su festín, el que rechazábamos. Hoy ya buena parte del Partido ve como el conformismo es un camino que lleva al despeñadero y, sin embargo, el costo de la transgresión de otrora se convierte en un activo presente y futuro. Y, visto el camino recorrido en perspectiva, no da igual los que no aceptaron ningún cargo por defender la autonomía de su conciencia –mientras el partido dejaba de ser un proyecto colectivo y pasaba a ser un Partido del poder por el poder mismo- que los que entregaron la conciencia por aceptar un cargo en la siempre mullida esfera del conformismo.

Hoy

Cuando a principios de 2004 se analizó el tan lógico como terrible resultado electoral que se avecinaba par el Partido a fin de año, fue fácil predecir que se iniciaría, luego del profundo traspié, un largo camino de reconstrucción colorada. Frente a ese panorama, unos cien compañeros resolvieron impulsar nuestra presencia en la Convención. Ello pasa ridículamente porque -según el sistema electoral vigente y salvo que se integre las listas de algunos de los sectores dominantes- se deba inscribir una candidatura presidencial. Así se hizo, pero no se realizó propaganda alguna en medio alguno, ni se tuvo local a la calle en sitio alguno, se imprimieron las listas que se distribuyeron el jueves antes de las elecciones y, repartiendo listas entre los amigos durante un par de días, se obtuvieron 1.500 votos de manera que ingresamos a la Convención en el año 2005.
Allí hemos impulsado diferentes asuntos que tienen que ver con la reconstrucción republicana del Partido. Primero, se incorporó, por nuestra iniciativa, la realización de un Congreso Ideológico y de un Congreso Programático (dos congresos) en cada período de gobierno. La vuelta del Partido a trabajar su proyecto de país y el fin de la abstinencias de utopías. Segundo, se incorporó, por nuestra iniciativa, que la Convención será integrada por el doble de miembros, elegidos una mitad en las elecciones internas de los partidos políticos y la otra mitad por los afiliados del Partido. De manera de convertir al Partido Colorado, como en época de Batlle, en un partido de afiliados. La primera elección de afiliados será en 2012. En tercer término se apoyó con ahínco una iniciativa de los jóvenes de elegir directamente, además de su propia Convención Juvenil, 100 miembros de la Convención Nacional representantes de los jóvenes y 2 miembros jóvenes en el Comité Ejecutivo Nacional. Eso recoge textualmente una propuesta de la CBI de 1987.
En estos meses últimos, en preparación del Congreso ideológico, hemos planteado la propuesta republicana en términos de la nueva institucionalidad que tal sistema de ideas propone hoy en el mundo. Entre otras muchas propuestas hemos defendido, en cuanto a la ciudadanía social, por ejemplo, la jerarquización de las entidades reguladoras para defender tarifas y calidades de los servicios públicos así como, con el mismo fin, la creación de fiscalías y tribunales defensores de la competencia o la generación de normativa que vincule el descenso de tasas impositivas a la reducción de la evasión.
En cuanto a ciudadanía civil, por ejemplo, hemos propuesto la reforma judicial. Sacar a los fiscales de la órbita del Poder Ejecutivo, crear el Consejo de la Magistratura para obtener garantías de que los jueces van a ser electos por concurso y van a ser evaluados técnicamente, crear el Tribunal Constitucional para que las instancias de esa materia tengan un tratamiento judicial diferencial, separar jueces de instrucción de jueces de sentencia o implantar el sistema acusatorio con Juez de garantías. Así como la creación del Defensor del Pueblo a nivel nacional para defender los derechos ciudadanos contra los abusos. Y la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción. Y que la Junta anticorrupción esté fuera de la órbita del Poder Ejecutivo. Y más poder al Tribunal de Cuentas de la República. Y la creación del Departamento de Asuntos Internos en la policía con policía ejecutiva a su cargo. Y más poder para las comisiones investigadoras del Parlamento.
En cuanto a la ciudadanía política, hemos defendido la descentralización integral (y no parcial como propone el gobierno) con juntas locales electivas en todo el país, las circunscripciones electorales para elegir diputados dentro de Montevideo, de modo de acercar el elector al elegido, la ley de financiamiento transparente de los partidos, el acceso gratuito a la publicidad televisiva por parte de los partidos en las campañas electorales, la representación proporcional en las Juntas departamentales.
El Partido está ahora, sin embargo, en la época de las candidaturas seguidistas y ello es percibido por la ciudadanía que no le da su apoyo. Es meramente la primera etapa del proceso. No sólo han sido sancionados los responsables de la política cupular sino que ahora lo son sus asiduos. La renovación viene después.
Y una sola corriente del Partido se ha mantenido siempre fiel al social republicanismo en que se basa la colectividad, una sola se ha distinguido en la lucha contra la corrupción, una sola ha tenido una constante en el tema derechos humanos, una sola ha defendido al Estado (y sus modernas relaciones con el mercado) de modo batllista. La mayor parte de sus acciones la CBI las ha desarrollado después de la derrota colorada de 1989, desde el llano. Una sola corriente colorada puede pasar intacto el legado de principismo a los que vienen.